Cuando era pequeña, e incluso de grande, siempre que iba a un bar a comer me daban ganas de ir al baño.
Siempre, no fallaba. Me daba un dolor en medio de la comida, y, me levantaba acercándome con voz tímida a mi madre.
“Mami, me duele la barriga…”
Ella, ya sabía qué hacer. Ir conmigo al baño y quedarse en la puerta o al lado mía si el baño era grande para poder hacer caca hasta que se me pasara. Eso, 10 – 15 minutos mínimo. Vamos, el cólico intestinal, que así se le llama, me cortaba el rollo a mí y a ella.
A las 2.
Y, después del cólico, haciendo que mi madre interrumpiera su comida, salíamos del baño y camino a la mesa, no había nunca nadie que no hiciera el típico comentario…
¿Qué has pasado? ¿Te has caído por el retrete?
Entre PAS que soy (persona altamente sensible) típico en colon irritable, y que salía con el cuerpecito medio resentido tras el cólico intestinal, lo único que quería era que me dejaran tranquila y quedarme quietecita en la silla sin moverse.
Si me seguían diciendo cosas, ya me ponía a llorar, y si lloraba, me decían pañuelitos, cosa que me afectaba mucho más de lo normal por ser tan sensible.
Como esta, mil anécdotas más para aburrirte.